La venganza como santo grial de una existencia meticulosamente preparada para un momento.El hastío y la despreocupación de una juventud ajena a la realidad de su tiempo.Sexo que se respira en cada palabra y que empaña toda la ruda percepción de los personajes.Hasta muy entrada la narración y quizás solo en la primera lectura, uno no acierta a intuir ni ve asomar el racismo entre lineas,pero sin embargo una vez tomada conciencia del verdadero sentido,motivo y destino de la novela no cabe sino sorprenderse ante su elementalidad. La muerte es el final y en la sinuosa carretera que hasta ella lleva no importan los muchos pasajeros que suban al vehículo,ni importa tampoco el que hayan sido buenas o malas personas.Ni siquiera es relevante el que estén caminando en sentido contrario,empezando a vivir.El odio es gasolina infausta que acelera el motor.
Hay quien piensa que es buena esta novela.Y hay quien piensa que es mala también.
Las tiendas de flores no tienen nunca cierres metálicos. A nadie se le ocurre robar flores.
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